SNÍH
Sníh es el nombre que recibe la nieve en checo, ignoro el origen etimológico de esta palabra, pero lo cierto es que el primer elemento de contacto con Praga ha sido la nieve. Ya antes de aterrizar, por la ventana del avión vislumbro ese paisaje casi boreal donde entre el manto de nieve se observan pequeños grupos de casas, apiñadas como calentándose unas a otras.
Los tejados de Praga quedan adornados con esa capa blanca que todos hemos visto en las películas navideñas.
Pero la nieve no es solo un elemento decorativo, sino también es un síntoma del frío existente. Es un frío que contagia. Una sensación que los checos parecen interiorizar.
Sin duda es algo más que -7 en un termómetro y unas cuantas capas de ropa. Es un frío que se palpa en el ambiente.
Los checos no se han adaptado al frío, forman parte de él.
No obstante los turistas recorremos arriba y abajo el casco viejo entre cristales de bohemia, sovenirs de Kafka y puestecillos de vino caliente; como patinando sobre una gruesa capa de hielo que no podemos romper y nos separa del corazón de la verdadera Praga de los checos.
Quizás hay muchas Pragas. La Praga de los Hausburgo, la de Kafka, la Praga de la primavera del 68. De cada una de ellas encontramos unas dosis. Diferentes pasados han dejado lugar a diferentes facetas de la ciudad. En Europa del este estos pasados están en guerra. El espíritu del Imperio Austro-Húngaro y el pasado comunista no se soportan, pero a pesar de todo llevan una convivencia, similar en todas las ciudades de la orbita soviética.
Aunque en Praga la majestuosidad de su pasado imperial y su alma decimonónica tiene una personalidad mucho mas fuerte que en otras ciudades, no se puede ocultar ese otro pasado, esa otra Praga.
No basta derrocar estatuas y antiguas insignias. El pasado del bloque oriental se respira a 20 minutos del centro histórico que con tanto orgullo brinda al mundo Chequia. Más allá de Strašnická puedes ver retazos de aquella Checoslovaquia que miraba hacia Moscú, no sin recelo.
Esta realidad se contempla no solo en los bloques de pisos que tanto recuerdan a otros suburbios no tan lejanos. También en la mirada de la gente mayor, en los vendedores de tickets del metro, en la quiosquera y en los añejos tranvías.
Es sin duda una ciudad de Europa del Este como lo es a su manera Zagreb, Varsovia, Bucarest o Leipzig.
Esta realidad se contempla no solo en los bloques de pisos que tanto recuerdan a otros suburbios no tan lejanos. También en la mirada de la gente mayor, en los vendedores de tickets del metro, en la quiosquera y en los añejos tranvías.
Es sin duda una ciudad de Europa del Este como lo es a su manera Zagreb, Varsovia, Bucarest o Leipzig.
Pero ahora la Rep.Checa es un país que mira al oeste y busca en la Praga romántica su billete hacia occidente.
Sin embargo nunca ha sido bueno seccionar el pasado. El presente se compone de todo el pasado, es un error omitir partes, ya que son todas las piezas las que forman el puzzle de lo que llamamos identidad
4 de enero de 2011, 18:01
"Sin embargo nunca ha sido bueno seccionar el pasado. El presente se compone de todo el pasado, es un error omitir partes, ya que son todas las piezas las que forman el puzzle de lo que llamamos identidad"
chapeau